Fue cuestión de segundos para que el chocolate se derritiera bajo la
lengua lentamente, saborearlo un poco mas y tragarlo para volver a
coger un trozo mas de aquel placer íntimo. Estar de buen humor y
tomar su tableta de chocolate preferido era una sensación mejor que
muchas otras cosas.
De vez en cuando, los días
de lluvia en lo que parece que la vida no tiene sentido, que estas
solo y el mundo no te comprende, ella salía, se escurría en un bus
de entre la multitud de personas sin cara e iba a comprar una
tableta. Luego se subía a cualquier otro bus. Que le llevara a ver
vida por la calle, como si fueran palomitas ante una película del
siglo. Poco a poco, se iba acabando y no por eso su animo cambiaba.
La lluvia cortante y fría no es un problema cuando te dejas llevar.
A ella le gustaba dejarse llevar por el chocolate, por esa tableta
insignificante.